lunes, 17 de mayo de 2010


POR UN BICENTENARIO DE LOS PUEBLOS
A 200 años la lucha continúa


Palabras para recordar y compartir



Frente al discurso vacío y mentiroso del poder, desde SUTEBA MARCOS PAZ reivindicamos la fuerza emancipatoria que irradiaron los hombres y mujeres de Mayo, continuada en las guerras por nuestra independencia y la de los pueblos americanos. Recordamos aquellas luchas y a sus protagonistas convencidos que alimentan el camino para una segunda y definitiva emancipación que venga a remediar tantos años de injusticias y sometimiento. En sucesivas entregas queremos recuperar las ideas de soberanía, libertad e  igualdad y la determinación con que se batalló por ellas.




 Bernardo José de Monteagudo


“No habría tiranos si no hubiera esclavos, y si todos sostuvieran sus derechos, la usurpación sería imposible. Luego de que un pueblo se corrompe pierde la energía, porque a la transgresión de sus deberes es consiguiente el olvido de sus derechos, y al que se defrauda a sí mismo le es indiferente ser defraudado por otro.”

Bernardo José de Monteagudo nació en Tucumán el 20 de agosto de 1789.
El 25 de mayo de 1809 durante la Revolución de Chuquisaca Monteagudo, en su rol de intelectual, escribió de puño y letra la primera proclama independentista: “Hasta aquí hemos tolerado esta especie de destierro en el seno mismo de nuestra patria, hemos visto con indiferencia por más de tres siglos inmolada nuestra primitiva libertad al despotismo y la tiranía de u usurpador injusto que degradándonos de la especie humana nos ha perpetuado por salvajes y mirado como esclavos. Hemos guardado un silencio bastante análogo a la estupidez que se nos atribuye por el inculto español, sufriendo con tranquilidad que el mérito de los americanos haya sido siempre un presagio cierto de humillación y ruina”.

La igualdad ante todo


“Todos los hombres son igualmente libres. El nacimiento o la fortuna, la procedencia o el domicilio, el rango del magistrado o la última esfera del pueblo no inducen la más pequeña diferencia en los derechos y prerrogativas civiles de los miembros que lo componen. Si alguien cree que porque preside la suerte de los demás, o porque ciñe la espada que el estado le confió para su defensa, goza mayor libertad que el resto de los hombres, se engaña mucho, y este sólo delirio es un atentado contra el pacto social”.
“Sólo el santo dogma de la igualdad puede indemnizar a los hombres de la diferencia muchas veces injuriosa que ha puesto entre ellos la naturaleza, la fortuna o una convención antisocial. La tierra está poblada de habitantes más o menos  fuertes, más o menos felices, más o menso corrompidos; y de estas accidentadas modificaciones nace una desigualdad de recursos que los espíritus dominantes han querido confundir con una desigualdad quimérica de derecho que sólo existe en la legislación de los tiranos. Todos los hombres son iguales en presencia de la ley: el cetro y el arado, la púrpura y el humilde ropaje del mendigo no añaden ni quitan una línea a la tabla sagrada de los derechos del hombre”.


Participó junto a José de San Martín eN la asonada que derrocó al conservador Primer Triunvirato y fue uno de los diputados más dinámicos de la Asamblea del año XIII.
En 1817 se sumó al ejército de los Andes. Hombre de confianza de San Martín, redactó el acta de Independencia de Chile firmada por Bernardo O’Higgins.
El comienzo de la nueva década lo encontró en Lima, como auditor del ejército libertador. Cuando San Martín asumió como Protector del Perú, Monteagudo fue, primero, su ministro de Guerra y Marina y luego de Gobierno y Relaciones Exteriores. De esa manera se convirtió en el hombre fuerte de la política sanmartiniana en el Perú. En 1822 un levantamiento en Lima derrocó a Monteagudo y lo condenó al destierro.
Durante esos años recorrió Panamá, Guatemala y Ecuador, y se pudo en contacto con Simón Bolívar. Ambos políticos se encuentran en la ciudad ecuatoriana de Ibarra en 1823. Una simpatía personal mutua y un acuerdo programático lo llevaron a Monteagudo a incorporarse al Ejército Libertador con el grado de Coronel. En 1824 entró en Lima y unos meses después participó de la batalla de Ayacucho, donde se selló la definitiva victoria de los americanos.
Los últimos tiempos de su vida los pasó elaborando el plan de unificación de las repúblicas latinoamericanas en una sola gran Confederación. Por esa razón publicó “Ensayo sobre la necesidad de una federación general entre los estados hispano-americanos y plan de su organización”, tal vez su libro más importante. De allí, Bolívar tomó algunas herramientas para llevar adelante su sueño en el Congreso Anfictiónico de Panamá. Pero Monteagudo ya no estaba. El 28 de enero de 1825, en la plazoleta de Micheo, fue asesinado de una puñalada que le traspasó el corazón. Tenía apenas 35 años. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario